

En 2016, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que 41 millones de niños y niñas menores de 5 años eran obesos, y que la prevalencia de obesidad infantil seguiría creciendo durante los próximos años, trayendo consigo un aumento de la morbilidad y mortalidad en adultos.
En general, la cesárea es un procedimiento seguro y, en determinadas situaciones, puede ser incluso imprescindible para salvar la vida de la madre, del niño o de ambos. Sin embargo, como cualquier otro procedimiento quirúrgico, la cesárea no está exenta de complicaciones; a corto y a largo plazo. A corto plazo, por ejemplo, la cesárea se asocia con un mayor riesgo de dificultad respiratoria transitoria en el recién nacido. A largo plazo, el nacimiento por cesárea se ha asociado con un mayor riesgo de desarrollar asma, celiaquía y obesidad, entre otras.
El número de cesáreas que se realizan cada año ha aumentado de manera alarmante durante las últimas décadas. Tanto es así que, en Estados Unidos, la cesárea se ha convertido en la intervención quirúrgica más frecuente, y en una gran cantidad de países desarrollados, entre los que se incluye España (21%), la tasa anual de cesáreas está muy por encima de la cifra recomendado por la OMS (15%). En este post queremos contaros qué hemos encontrado respecto a la relación entre nacimiento por cesárea y la obesidad en el proyecto SENDO.

Investigadores del Brigham and Women’s Hospital y de la Facultad de Medicina de la prestigiosa Universidad de Harvard (Boston) encontraron que los niños nacidos por cesárea tenían un riesgo significativamente mayor de desarrollar obesidad que los niños nacidos por vía vaginal. Según el Dr. Jorge Chavarro, profesor de epidemiología y nutrición en la Escuela de Salud Pública de Harvard y autor principal del estudio, «la cesárea es necesaria y salva vidas en muchos casos, pero tiene riesgos tanto para la madre como para el recién nacido».
Los resultados de ese estudio, en el que siguieron a un número elevado de participantes durante muchos años, mostraron que las personas que habían nacido por cesárea tenían un 15% más de probabilidades de ser obesas durante el seguimiento que las nacidas por vía vaginal.
¿Qué hemos encontrado sobre este tema en el proyecto SENDO?
En junio de 2019, de los 503 niños y niñas que formaban parte en ese momento del proyecto SENDO, 407 habían completado el primer cuestionario, donde se recoge la información relativa al tipo de parto, entre otras variables. De entre esos 407 participantes (53% niños y 47% niñas) con una edad media de 5 años, sólo 86 (21,1%) habían nacido por cesárea. En aquellos participantes que habían nacido por cesárea encontramos un aumento del 8% en la probabilidad de presentar sobrepeso u obesidad en comparación con los participantes que habían nacido por vía vaginal. Podemos concluir, por lo tanto, que lo que hemos encontrado en el Proyecto SENDO encaja bien con los resultados del Dr. Chavarro.
Estos hallazgos no deben interpretarse como una condena. Es decir, nuestros resultados no indican que los niños y niñas nacidos por cesárea vayan a ser obligatoriamente obesos en algún momento a lo largo de su vida, pero sí apuntan a que esos niños y niñas tendrán más posibilidades que los niños y niñas nacidos por vía vaginal. ¿Por qué es esto así?

- La explicación más aceptada tiene que ver con la «teoría de la higiene». En el parto vaginal, el recién nacido entra en contacto con los microorganismos vaginales (a veces incluso intestinales) de la madre. En la cesárea, sin embargo, el recién nacido entra en contacto con los microorganismos que se encuentran en la piel de la madre. Los microorganismos con los que el recién nacido contacta primero determinan, en gran medida, la composición de su microbiota intestinal. En el caso de los nacidos por cesárea, su microbiota intestinal contiene un mayor porcentaje de microorganismos que favorecen la acumulación de grasa y, por lo tanto, el desarrollo de obesidad.
- Además, el uso de antibióticos es más frecuente en el parto por cesárea. Los antibióticos también juegan un papel muy importante en la composición de la microbiota del recién nacido. La eliminación de unas u otras especies puede provocar un disbalance en favor de las más obesogénicas.
- Por último, pero no no por ello menos importante, el parto por cesárea se asocia a una menor prevalencia de lactancia materna. La lactancia materna es un factor protector frente al desarrollo de obesidad infantil por diversos mecanismos, por lo que la falta de lactancia podría incrementar el riesgo de desarrollar obesidad.
El tipo de parto entraría en el grupo de «factores de riesgo no modificables». Es decir, no podemos cambiar la forma en la que hemos nacido. Sin embargo, conocer que haber nacido por cesárea se asocia a un mayor riesgo de desarrollar obesidad es importante porque puede ayudarnos a concentrarnos en los «factores de riesgo modificables», entre los que destacan la calidad de la dieta y la actividad física.