

En verano somos más flexibles con los horarios. Tendemos a acostarnos más tarde y levantarnos también más tarde pero, con la vuelta al cole, toca madrugar. Dormir bien, logrando un sueño reparador, es fundamental para el correcto funcionamiento de nuestro organismo. La buena noticia es que… a dormir bien, se aprende.
¿Qué es el sueño?
El sueño es un estado fisiológico, es decir, forma parte del normal funcionamiento de nuestro cuerpo, que se repite con periodicidad y en el que nuestro cuerpo descansa, repone energías y se depura, entre otras cosas. Se dice que el sueño es un momento de inacción relativa, ya que durante el sueño se realizan funciones importantes para el crecimiento, la memoria, la regulación del azúcar… sin las que no nos mantendríamos sanos.
¿Cómo es el sueño a lo largo de la infancia?
El sueño, que ocupa una gran parte de nuestra vida, va madurando durante la infancia. Desde la semana 30 de gestación, el feto comienza a alternar momentos en los que está dormido con otros en los que está despierto. Se organizan entonces el sueño tranquilo (conducta tranquila, sin movimientos corporales y con una respiración regular), que equivale al sueño no-REM del adulto, y el sueño activo, difícil de diferenciar del tiempo en que está despierto porque, aunque se caracteriza por una debilidad muscular del tronco y ojos cerrados, pueden aparecer algunos movimientos como risas, muecas y movimientos oculares. El sueño activo equivale al sueño REM del adulto y es el más frecuente en el recién nacido. Su duración a lo largo de la noche se va reduciendo hasta los 2-3 años.
Ya después del parto y hasta los 3 meses de vida, el lactante pasa de estar despierto al sueño activo directamente. Los periodos de sueño duran poco, entre 2 y 3 horas, dependiendo sobre todo del ritmo que marcan las tomas. A los 5 o 6 meses el lactante empieza a mantenerse despierto durante el día y dormir por la noche, aunque hasta el 40% de los niños menores de 3 años tienen despertares nocturnos. Las siestas son normales hasta los 3-4 años de edad; suprimirlas demasiado pronto por motivos escolares o sociales conlleva con frecuencia somnolencia diurna en los niños. En la adolescencia se observa una tendencia fisiológica a retrasar el inicio nocturno del sueño y una disminución gradual del tiempo total de sueño a expensas sobre todo del sueño no-REM.
¿Cual es el mejor modo de dormir bien para un niño?
En prevención de salud sobre el sueño es fundamental la correcta educación de los hábitos de sueño. Con una adecuada educación a los padres desde el nacimiento del niño, muchos de los problemas del sueño podrían evitarse. Para conseguir un buen hábito de sueño es muy importante que sea respetuoso con el ritmo que está programado en nuestra propia naturaleza; es más fisiológico acostarse a las 20:00 y levantarse a las 7:00 y vivir conforme a las horas de sol, que mantenerse despierto hasta las 22:00 o las 23:00 y dormir durante el día o incluso perder horas de sueño. De hecho, seguir el ritmo circadiano de la luz natural mejora la calidad del sueño.
A dormir bien se aprende. Algunos niños lo aprenden solos y a otros hay que hay que enseñarles. En el caso de los lactantes y niños pequeños, establecer una rutina de baño, cena, relajación y sueño, en ese orden, para el final del día (entre las 20:00 y las 21:00), es la mejor estrategia para conseguir que el niño deje de despertarse por la noche y duerma mejor. En esa rutina, es preferible dejar al niño despierto en su cuna o cama para que se quede dormido él sólo. De esa manera, si se despierta por la noche, se encontrará en la misma situación en la que se quedó dormido y es más fácil que aprenda a tranquilizarle solo. Si el niño se queda dormido al pecho o en brazos, es más probable que reclame esa misma atención al despertarse. Si el niño se despierta por la noche y no es capaz de volver a conciliar el sueño, es frecuente que los padres intenten ayudarle cogiéndolo en brazos, hablándole, o incluso quedándose a dormir con él. Sin embargo, estas estrategias no son las más acertadas, porque no ayudan que el niño aprenda a dormirse solo. Por eso, es necesario que los padres se pongan de acuerdo y actúen de la misma manera para educar los hábitos del sueño. Es importante que tengan en cuanta que el proceso de aprendizaje puede ser costoso y conllevar algunos días de llantos nocturnos.
Un sueño inadecuado, tanto por su calidad como por su cantidad, puede causar somnolencia diurna, dolor de cabeza, disminución de la atención y otros problemas que afectan significativamente a la calidad de vida de los niños y sus familias. Estos problemas tienden a cronificarse y a tener peor solución con el paso de los años. Por eso, es importante que los padres se informen sobre la mejor manera de educar los hábitos del sueño cuanto antes y consulten las dudas con su pediatra siempre que sea necesario.